Cartel de la representaciónCarmen de Burgos, afamada escritora y feminista, ha decidido enseñar a leer y a escribir a Dolores, portera del inmueble donde vive, pero esta fría mañana del 8 de diciembre de 1929, Carmen recibe una terrible noticia: su hija María, actriz, tiene una aventura con el que ha sido su amante durante los últimos veintiún años. Somos así testigos de una conversación privada entre dos mujeres, Carmen y Dolores, en las que podemos ver retratadas a las dos Españas de 1929.

Lunes 29 de enero a las 20,00 horas

Teatro Galileo: Calle Galileo, 39 – Madrid

Toda la información y entradas en la web.

imagen de una niña saltando en la Escola del Mar

¿Por qué el colegio público Escola del Mar de Barcelona se encuentra hoy, contra lo que su nombre indica, en lo alto del monte, en el barrio del Guinardó? Quizás la respuesta se encuentra en el diario de J. Tarrats, uno de sus alumnos, a fecha de 1938: «Cuando íbamos a casa, han sonado las sirenas de alarma; otra vez. Efectivamente, el pim pam pum ha llegado acto seguido; cuando hemos salido afuera, desde el mirador se veía mucho humo en dirección al mar, y varias nubecillas sobre la escuela».

La referencia de ese alumno es de mayo de 1938, cuando el colegio ya había sido reubicado en Montjuïc tras su destrucción, pero la escena descrita es idéntica a la tarde del 7 de enero de ese mismo año, día en que un bombardeo de la aviación italiana sobre la ciudad incendió la Escola del Mar, que desde 1922 se levantaba, toda ella de madera, sobre la arena de la playa de la Barceloneta.

Este miércoles el Ayuntamiento de Barcelona rinde homenaje al colegio público que se alzó como símbolo de la modernización pedagógica desde antes de que se iniciara la Segunda República, en el 80 aniversario de la destrucción de su edificio.

«Al filo del atarceder, cuando por suerte alumnos y maestros ya habíamos abandonado la escuela, aparecieron los aviones ‘nacionales’, y al cabo de un rato la Escola del Mar, nuestra escuela, se había convertido en una antorcha gigantesca», relató el que fue su director, Pere Vergés, en el libro La Escola del Mar y la renovación pedagógica de Catalunya (Edicions 62). Su centro corrió mejor suerte que otro espacio escolar de la ciudad, la guardería de la plaza Felip Neri, en la que días después, el 20 de enero, al filo del mediodía, las bombas de la Aviación Legionaria italiana dejaron 42 muertos, entre ellos 20 niños.

Pese a quedar reducida a cenizas, la escuela volvió a abrir sus puertas semanas después, temporalmente y con el mismo equipo de maestros, en un edificio de Montjuïc (el actual Museo Etnológico). De aquella época son las breves crónicas elaboradas por sus alumnos que recoge el libro La guerra amb ulls d’infant (Editorial Gregal), de Salvador Domènech, y que los niños redactaban como parte del proyecto pedagógico del centro. Pasada la Guerra Civil, en 1948, el centro quedó emplazado en el barrio del Guinardó, donde ha permanecido hasta hoy.

Leer el resto del artículo en El Diario.

Imagen de Carmen de Burgos

«Está tan cercana la muerte de Carmen de Burgos que no es posible con sinceridad enjuiciar la magnitud de su obra. Algún día espero y confío que habrán de revisarse los valores históricos y sociales de esta gran mujer», escribía Concha Peña en el Heraldo de Madrid el 14 de octubre de 1932, solo cinco días después de que Carmen de Burgos falleciera. Las esperanzas de Peña no cundieron. Todo lo contrario. Tras la Segunda República, Carmen de Burgos Colombine quedó enterrada, silenciada, desaparecida y todos los sinónimos posibles de una manera muy eficaz por quienes cumplieron esa misión: la de borrar la figura, la obra y el legado de una de las escritoras más importantes del primer tercio del siglo XX, primera redactora en plantilla de un periódico (hoy casi totalmente desconocida en las Redacciones) y la primera mujer española corresponsal de guerra.

Carmen de Burgos Colombine (1867-1932) nació en Rodalquilar (Almería) un 10 de diciembre de hace 150 años. Durante la primera parte de su vida, la que transcurrió en el siglo XIX, estuvo casada con un periodista, con el que tuvo un matrimonio «insufrible», según lo describe en una autobiografía que años después de este periodo le pidió el escritor Ramón Gómez de la Serna, autor 21 años más joven que ella que sería su pareja sentimental durante dos décadas. De su marido se quedó con lo que le enseñó de su profesión y con su hija, la única que sobrevivió, ninguno de los tres anteriores llegó al primer año de vida. Con el cambio de siglo, De Burgos pareció experimentar un viaje en el tiempo con respecto a la sociedad finisecular. En un momento en el que las mujeres no podían hacer nada sin la aprobación de un hombre y no eran dueñas casi ni de sí mismas, dejó a su marido, aprobó unas oposiciones de maestra y se marchó con su hija a vivir a Madrid.

En la capital tuvo muy claro lo que quería: participar en la intelectualidad del momento, conocer a pensadores y literatos que se reunían en las tertulias de los distinos cafés y escribir, sobre todo escribir. Lo consiguió. Se rodeó de Galdós, de Emilia Pardo Bazán, de Gregorio Marañón, mantuvo correspondencia con Juan Ramón Jiménez… Compartía con ellos la preocupación por el devenir del país, pero le daba su punto de vista: el de una mujer. Escribía desde lo que hoy se llamaría perspectiva de género mucho antes de que exisitiera ese concepto. Era consciente del poder que le daba el llegar a los lectores. Uno de sus primeros reportajes trataba sobre la situación de los niños en las cárceles. Ese fue solo el principio de una prolija carrera: más de cien novelas cortas, una docena de largas, ensayos, traducciones, cerca de 10.000 artículos de prensa, sobre los que versará la próxima publicación de Concepción Núñez Rey. Esta profesora, ya jubilada, del departamento de Filología Española III de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense ha dedicado su vida a Colombine. Hacia febrero quiere presentar los dos tomos de la obra periodística de Colombine, en los que ha reunido unos 300 textos. Este será uno de los actos de celebración del 150 aniversario, también la Biblioteca Nacional ha organizado una pequeña muestra bibliográfica que se puede ver hasta el 9 de diciembre con todo tipo de ediciones de la autora que se conservan en la institución y en el Ateneo de Madrid hay otra, hasta final de año, con portadas de sus publicaciones.

Leer el resto del artículo en El País.

El hispanista John Brande Trend acuñó la definición que describe a Giner de los Ríos como el primer español moderno cuando escribió que «más que ninguno dio a España el impulso que la puso en movimiento». Durante un tiempo, la coyuntura política del país se impuso y aquel movimiento no pudo mantener su inercia. Aunque aquel parón no consiguió del todo su objetivo y, 101 años después de su muerte, la contribución de De los Ríos a la modernización de la sociedad española aún resulta evidente.

La exposición organizada por Acción Cultural Española (AC/E) junto a la Fundación Francisco Giner de los Ríos, en la que se recorría la trayectoria personal de Giner de los Ríos, recuperó el primer aldabonazo que avisaría a aquel de que su carrera en la universidad pública era inviable tal y como estaba concebida la institución en aquella España.

Ocurrió en 1868. El malagueño era expulsado de su cátedra en la Universidad de Madrid en lo que se conocería como la primera cuestión universitaria. Su delito, solidarizarse con profesores como Julián Sanz del Río, Fernando de Castro y Nicolás Salmerón. Ninguno aceptó la adhesión a la corona que el gobierno les solicitaba. Manuel de Orovio, ministro de Fomento, optó entonces por despojarlos de sus cátedras.

La Revolución de 1868 restituye la libertad de cátedra y con ella a los profesores expedientados. Giner de los Ríos llega a participar en las reformas legislativas del Sexenio Democrático. Pero aquello sería sólo un espejismo. La vuelta de Orovio al mando de la instrucción pública provoca, en 1875, una segunda cuestión universitaria después de que el ministro y su gobierno dejasen claro, por Real Decreto, su intención de controlar todo lo que acontecía en las aulas.

Giner de los Ríos vuelve a ser despojado de su cátedra por seguir insistiendo en su idea de una educación al margen de los dogmas oficiales en materia religiosa, política y moral. Pero su castigo no quedará ahí. El hasta entonces catedrático será ‘desterrado’, además, al Castillo de Santa Catalina, en Cádiz. Es allí donde germina definitivamente su idea de una universidad libre.

Solo un año después, la Institución Libre de Enseñanza (ILE) ve la luz. Un proyecto que se convierte en un laboratorio en el que se ensayan nuevas prácticas que pretenden la modernización del país no solo en el plano educativo sino también en el social y político. Giner de los Ríos contará para ello con la colaboración desde el inicio de Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, a los que se irán uniendo otros como Joaquín Costa, Augusto González de Linares, Hermenegildo Giner o Federico Rubio.

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Cartel del Fescimed

La primera edición del Festival de Cine Internacional por la Memoria Democrática 2017 (FESCIMED) se celebrará en la Cineteca de Matadero, Madrid, entre el 30 de noviembre y el 2 de diciembre.

Este festival, creado e impulsado por la Asociación Arte y Memoria presidida por la actriz y directora Amparo Climent, tiene como fin promover y difundir la cultura basada en valores democráticos, memoria y derechos humanos entre los más jóvenes. En palabras de Carlos Olalla, director del certamen: “Queremos hacer de Madrid la capital del diálogo sobre el Derecho a la Verdad, queremos que el Séptimo Arte sirva para mostrar y reflexionar sobre la Memoria como parte fundamental para conocer nuestra historia”.

Once cortometrajes -cinco documentales, tres piezas de animación y tres de ficción en imagen real- han sido las que finalmente optarán a la Sección Oficial a Concurso del I Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática 2017 (FESCIMED).

Han sido más de 250 trabajos recibidos de 32 países diferentes con un altísimo nivel entre los que se encuentran obras inéditas.

A lo largo de estas tres jornadas, tendrá lugar la Sección Oficial a Concurso y una sección paralela no oficial, además de diversos coloquios y proyecciones y la tan esperada Gala de clausura con su correspondiente entrega de premios. Programa

Imagen de Ángel Llorca

Paseo una mañana de domingo por las proximidades de los viejos cuarteles de Daoiz y Velarde. Los mismos cuarteles que sirvieron de improvisado hospital de campaña, cuando los atentados del 11-M convirtieron las vías de los trenes que conducen a Atocha en una amalgama de hierros y sangre de centenares de personas. Nunca esas paredes, que fueran cuarteles y talleres del ejército, dejarán de ser lugar de memoria, recuerdo, homenaje y dolor.

La Nave-Teatro Daoiz y Velarde, se encuentra abierta y en su interior se ha instalado una Exposición sobre Ángel Llorca, el maestro que soñó la República desde el Grupo Escolar Cervantes. Doy una vuelta leyendo los paneles y contemplando las fotos que ilustran la vida y la obra de Ángel Llorca. Materiales procedentes del legado de documentos, libros, fotografías, que los herederos entregaron a la asociación Acción Educativa, quien creó una Fundación para mantener viva su labor pedagógica vinculada con las ideas educativas de la Escuela Nueva y de la Institución Libre de Enseñanza, de Giner de los Ríos.

El último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX son tiempos convulsos, fuera y dentro de España. En este contexto, al calor de las ideas liberales, reformistas, regeneracionistas, socialistas, libertarias, o krausistas, se desarrollan, en Europa y América, movimientos de renovación de la enseñanza, que pretenden superar la escuela Tradicionalista y abrir puertas y ventanas de las aulas, para que el aire fresco de las familias, de la ciencia, de los campos y el rico interior de cada niño y cada niña, trabajando en grupo, inunden los centros educativos.

De aquellas ideas surgen experiencias como la Escuela Libertaria de Yasnaia, Poliana, de Tolstoi, en Rusia; las Escuelas de Munich, de Kerschensteiner, en Alemania; la Escuela Laboratorio de John Dewey en Chicago; la Escuela del Hermitage de Decroly, en Buselas; la Maison del Petits de Claparède, en Suiza; el Método de Proyectos, de William Kilpatric, en Estados Unidos; la Casa de los Niños de María Montessori, en Italia; la École Nouvelle de Cousinet en Francia; Summerhill, de Alexander S. Neill, en Inglaterra; la Colonia Gorki, de Anton Makarenko, en la Unión Soviética; la Imprenta en la Escuela, de Celestin Freinet, en Francia. Y éstas son sólo algunas de las experiencias europeas más significativas.

Llorca nació en 1866. Inició su labor como maestro en Elche. Su trabajo allí mereció el Premio de Honor y la Medalla de Oro de la exposición escolar de Bilbao, de cuyo jurado formaban parte Miguel de Unamuno, o Bartolomé Cossío.

A los 44 años recibió el encargo de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por Ramón y Cajal, de viajar por Europa y estudiar la enseñanza en Francia, Bélgica, Francia, Italia. Luego le encargarán organizar viajes de maestros por esos países, para conocer sus sistemas educativos. Todas estas experiencias sustentarán su labor como director del Colegio Público Cervantes desde 1916 a 1936, año en el que se jubila el 25 de julio, con 70 años.

Leer el resto del artículo de Javier López en Estrella Digital.

 

“En España cuando se refiere a la formación del maestro, se hace ahorrando tiempo y dinero”. Esta frase podría haber salido de la boca de cualquier profesor que haya sufrido la oleada de recortes de la última década, pero la escribió Concepción Sáiz de Otero en el libro ‘Dos meses por las escuelas de Londres’ en 1910. Esta feminista fue una precursora de la generación de maestras que vino después, con la II República, y que trajo algunas corrientes pedagógicas que aún hoy en España siguen siendo minoritarias. Hasta el 30 de noviembre, se recuerda a estas mujeres en el Centro Cultural Galileo (Madrid) en la exposición ‘Diarios de Libertad’.

El final del siglo XIX dejó entreabierta la puerta de la Educación española a otras corrientes de renovación. Desde 1876, operaba la Institución Libre de Enseñanza, a la que siguieron otras como el Museo Pedagógico, que se inauguró seis años después. Aparecieron figuras como María de Maeztu, que dirigió la Residencia de Señoritas, la periodista Carmen de Burgos o la propia Sáiz Otero. En este contexto, se proclamó el 14 de abril de 1931 la II República española, que impulsó la escuela pública, laica, más igualitaria y con la obligatoriedad de la primaria.

Las becas que concedió la Junta para Ampliación de Estudios hicieron que muchos maestros y maestras salieran de España y volvieran con la maleta cargada de nuevas ideas y métodos que después aplicaron en sus escuelas. “Entraron en contacto con las nuevas corrientes pedagógicas de Estados Unidos y Europa, como con las teorías de Arthur Piaget. Comenzaron a fijarse en la psicología de los niños y dejaron de tratarles como si fueran adultos en pequeño para procurar su propio desarrollo intelectual”, explica Luz Martinez, secretaría de Mujer y Políticas Sociales de FeSP-UGT y directora del proyecto ‘Maestras de la República’. Carmen García Colmenares ha sido la encargada de dirigir la exposición.

En un nuevo país que aspiraba a la igualdad, los primeros muros que hubo que derribar fueron los que separaban a niños y niñas. Por eso, eso se apostó por la coeducación, donde ambos sexos compartían espacio, juegos y ambiciones. “Aún hoy no hemos alcanzado la coeducación, nuestras escuelas son mixtas, pero no coeducativas. Con la democracia nos incorporamos al mundo de ellos, pero otras actividades como el cuidado o la educación afectivo sexual siguen fuera del aula”, responde Martínez. En los últimos años, el debate sobre las escuelas segregadoras financiadas con fondos públicos sigue vivo y encuentra defensores.

La sola presencia de estas mujeres activas, inteligentes y cultas que se presentaban en los pueblos a extender la educación suponían un revulsivo. Las niñas comenzaron a tener ejemplos alternativos a los roles tradicionales de madre y esposa. “Aparecían solas y con su maleta en los pueblos. Algunas se cortaron el pelo y la falda y llegaban con los labios pintados de rojo a una España aún en blanco y negro”, explica Martínez. Estas jóvenes tuvieron que enfrentarse en algunas ocasiones a las autoridades del pueblo o a algunos vecinos. “El otro día una mujer que vivió aquella época me contaba que aún se acuerda del perfume de su profesora. Para ella, que vivía en el campo, ese olor era totalmente nuevo”, rememora la directora de la exposición. Las mujeres también sumaron éxitos importantes en otros campos, como la obtención del voto femenino que defendió la diputada Clara Campoamor, o el hecho de que la anarquista Federica Montseny se convirtiese en la primera ministra española.

Las maestras también daban clase a adultos, en las que explicaban asuntos referidos a la higiene, la sexualidad o la maternidad, en una España aún llena de falsas creencias sobre el mundo femenino.

Leer el resto del artículo en Cuarto Poder.

Foto del grupo de niños que viajó a San Vicente

La vida es bella, de Roberto Benigni, es un monumento a la mentira piadosa. Muestra los campos de exterminio nazis desde la perspectiva de un padre que se desvive por ocultar a su hijo, mediante un juego retorcido, el horror del Holocausto. Lo que poca gente sabe es que aquí, en España, ocurrió un episodio parecido durante la Guerra Civil. El verano de 1936 se iba a convertir en un ejercicio de inventiva, amor y supervivencia para los profesores republicanos de las Colonias de la Institución Libre de Enseñanza, que habían viajado a San Vicente de la Barquera con 53 niños pobres para sanearse al aire puro.

Los últimos momentos de la paz son todavía más perturbadores que el relato de la barbarie. Stefan Zweig alude al cielo cristalino y el sabor de la cerveza en el día 28 de junio de 1914, cuando mataron al archiduque Fernando de Austria en Sarajevo. En la tercera parte de La forja de un rebelde, Arturo Barea hace una descripción muy parecida del día hermoso de verano en que los militares se sublevaron en Marruecos. La vida normal seguía su curso. Lo haría hasta que sonasen las primeras detonaciones, ese ruido nuevo al que, como dijo Fernando Fernán Gómez, todos tardarían muy poco en acostumbrarse.

La Institución Libre de Enseñanza (ILE) viajó el 9 de julio de 1936 a San Vicente de la Barquera en un tren cargado de niños y niñas de entre ocho y 13 años, procedentes de los arrabales de Madrid. El objetivo era sacar a las criaturas de las zonas deprimidas y contaminadas de la gran ciudad y ofrecerles un respiro en medio de la naturaleza.

Inspiradas por el trabajo del pastor protestante Walter Bion, las colonias habían arrancado en España a finales del siglo XIX como una medida de protección de la salud. Con el paso de los años y la labor pedagógica progresista de la ILE, se terminaron convirtiendo en una pieza clave del plan educativo de Giner de los Ríos. Su creador fue Manuel Bartolomé Cossío, que moriría en 1935.

El estallido

Mavi Cortés fue una de las niñas de las colonias previas a la guerra. La conocí hace años, cuando ayudaba a Andrea Zarza con su documental sobre la continuidad del proyecto en el siglo XXI. Cortés era una señora muy mayor, inteligente y vivaracha. Me contó que aquellos viajes en tren hasta las colonias eran maravillosos no tanto por los paisajes o la aventura, sino porque los profesores, “que eran unos forzudos”, agarraban a las pequeñas en brazos y las subían a los maleteros, que hacían las veces de hamacas para dormir la siesta.

El 10 de julio de 1936, los 53 colonos y sus seis profesores llegaron a Acebosa en un tren de vía estrecha sin notar la tormenta que se avecinaba. Mandaron un carro tirado por mulas con todos los bártulos y emprendieron la caminata hasta San Vicente, que está a tres kilómetros. Pilar Gobernado, profesora aquel año, recordaba durante la grabación del documental de Zarza el tiempo fabuloso y primaveral en Santander, el verdor de sus prados agitados por la brisa y la sensación, todavía más liberadora, de haber dejado atrás la crispación política de Madrid.

El puente de los 28 ojos que cruza la ría de San Vicente los vio llegar y las vacas oyeron la algarabía infantil. Durante los primeros días todo marchó a la perfección. Muchos años después, el profesor Leopoldo Fabra escribió en el Boletín de la ILE (nº18) el momento en que descubrió lo mucho que habían cambiado las cosas. “El 18 de julio fui a Santander con Lolita Carballo —una niña— para hacerle una radiografía de tobillo. No puedo olvidar este día. A la vuelta (…) nos encontramos al Sr. Cea, antiguo profesor del Instituto Escuela, quien nos dio la noticia. Había estallado una sublevación militar en España”.

Leer el resto del artículo en El Confidencial.

Imagen antigua de una clase de la II República

Una muestra homenajea a las docentes de la República y al innovador modelo igualitario y laico que defendían en el aula:

La exposición Diarios de Libertad suma diarios de clase y otros escritos de las maestras de la República desde la cárcel o el exilio, y se completa con unas Jornadas los días 14, 15 y 16. Puede visitarse en el Centro Galileo (Fernando el Católico nº 35) desde el 1 hasta el 30 de noviembre.

El artículo que le ha dedicado El País puede descargarse aquí en formato PDF.