un grupo de profesores con Niceto Alcalá Zamora

Juan Bautista Pérez Fuentes era maestro rural, conocido en el pueblo como maestro Orsa, y vivía en una huerta a la entrada de Cabra, muy cerca del municipio de Priego. Murió con tan solo 34 años de edad dejando cuatro hijos y a su esposa.

Su cuerpo sigue desaparecido en un cortijo y se cuenta como uno de los fusilados por la “temida revolución educativa que se vivió en Priego durante la Segunda República”. Esta purga contra el avance educativo republicano depuró con expedientes a la totalidad de maestros, siendo asesinado tres de ellos en este municipio cordobés.

Del Caño saca a relucir el caso concreto de un pueblo que vivió el esplendor e una importante innovación educativa durante aquella República y que buscaba sacar a las clases más desfavorecidas de los altos índice de analfabetismo. Sin embargo, la sublevación del 18 de julio sorprendió al magisterio español al inicio de las vacaciones de verano. “El miedo y el sobresalto, se instalaron en las escuelas y en las familias de los maestros”, aclara el investigador a Público. Sacas y expedientes que provocaron que casi 60.000 maestros fueran depurados en la España franquista.

Acceso a la educación de jornaleros en el mundo rural

En este pueblo, municipio natal del entonces presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá Zamora se vivió de forma pionera el acceso a la educación de jóvenes jornaleros de clases rurales. “Sin aulas adecuadas e insuficientes, con instalaciones y mobiliario obsoleto, el número de niños y niñas que se encontraban matriculados en Primaria era escasísimo”.

El esfuerzo que hicieron los gobernantes de este paréntesis democrático en Priego supuso todo un cambio en la inercia en la que se encontraba. Se incrementaron las aulas en la localidad y las aldeas, construyéndose catorce Escuelas Nacionales y una de adultos.

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Imagen de Juan Carreño

La muerte no distingue. Es una frase que por repetida mil veces no deja de ser cierta. La muerte es implacable, pero hay quienes por una u otra razón hacen que sus vidas se conviertan en algo tan notable que, cuando la muerte les cobra la factura, merecen ser recordadas. Ese es el caso de Juan Carreño, un profesor cubano y republicano convencido, que hizo que Granada llorase su asesinato -como el de muchos otros- en plena Revolución de Octubre de 1934 de la que formó parte. Ahora, una simple palabra en su tumba en el cementerio de Granada, «vencida», sirve de pie de nota para certificar una segunda muerte que hay quienes quieren detener.

La asociación Granada Republicana UCAR es la que está intentando que Juan Carreño no caiga en el olvido con el desahucio de su nicho que lleva en marcha desde 2016. Para lograrlo, dicha organización ha cursado una petición al Ayuntamiento de Granada con la que pretende que el Consistorio califique a Carreño como ‘persona ilustre’ de la ciudad de tal manera que sus restos vayan a parar a un panteón que existe para tales personalidades en el mismo cementerio granadino. El presidente de Granada Republicana UCAR, José María García Labrac, cree que «se trata de una persona que fue muy querida por su labor con las personas más desfavorecidas» y que por eso «merece ser recordado».

Carreño, un profesor comprometido

La historia de Juan Carreño Vargas es la historia de un maestro español nacido en Cuba el 20 de abril de 1886. Vino al mundo 12 años antes de que su tierra natal dejase de ser colonia de España y por ello, Carreño se vinculó rápidamente a Granada cuando se marchó de Cuba tras la independencia de 1898. En la ciudad de la Alhambra se licenció como tal en la Escuela Normal de Magisterio. Una institución cuyo edificio ocupa hoy la sede provincial del Gobierno de la Junta de Andalucía.

Su carrera profesional le llevó a ser maestro en Las Palmas de Gran Canaria y posteriormente en Huétor Santillán, ya de regreso en tierras granadinas. De fuerte convicción republicana, las referencias que hay de su historia hablan de un hombre que intentó llevar la enseñanza a todo el mundo. Incluso a aquellas familias que por tener peores condiciones sociales no podían permitir una vida digna para sus hijos. Quizá por eso ingresó en la Unión General de Trabajadores (UGT) como secretario del Sindicato de Maestros, fue miembro de la ejecutiva provincial de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) y llegó a ser presidente de la Casa del Pueblo de Granada.

No obstante, su vocación política no se detuvo ahí. En 1931 logró ser diputado del PSOE por la provincia de Granada en las primeras Cortes de la II República, hito que intentó repetir en 1933 quedándose a las puertas. Sin embargo, durante todo ese tiempo, su labor como docente y su perfil cercano al pueblo le valieron el cariño de la sociedad granadina y sobre todo de las clases menos adineradas. Pues su visión pragmática de la vida encajaba con un modelo social en el que todos debían tener las mismas oportunidades.

Como casi todos los que significaron sin tapujos con la II República, su nombre estuvo en una lista negra en cuanto empezaron las primeras escaramuzas que dieron pie a la Guerra Civil. Fue precisamente por eso, en plena Revolución de Octubre de 1934, por lo que se cree que Juan Carreño Vargas fue asesinado. Según cuentan las crónicas, el profesor y político republicano recibió una brutal paliza que acabó con su vida. Las mismas voces sostienen que aunque hubiese sobrevivido a aquel trance, su destino estaba escrito por haber sido una persona muy crítica y comprometida con el régimen republicano. Habrían intentado acabar con su vida en más ocasiones.

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Imagen de Justa Freire en un comedor con varios niños y niñas

Del «muera la inteligencia» a una maestra de la República. De Millán Astray a Justa Freire. Como consecuencia de la ley de Memoria Histórica –que los anteriores Ayuntamientos de Madrid se negaron a cumplir–, hace tres meses la calle en homenaje al fundador de la Legión, uno de los generales golpistas que acompañaron a Franco en 1936, cambió de nombre. En su lugar, llegó una maestra cuya historia merece una calle. El 14 de julio se cumplieron 53 años desde su muerte.

Nacida en Moraleja del Vino, Zamora, el 4 de abril de 1896 y desaparecida en Madrid el 15 de julio de 1965, esta maestra forjada en la II República tiene una calle que la recuerda en el distrito de Latina desde el pasado mes de abril. Madrid fue el lugar que la vio crecer como una de las pedagogas más innovadoras de las primeras décadas del siglo XX.

Cuando el Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid la propuso para sustituir al general fascista recordaba que fue condenada a seis años y un día de prisión por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por su labor como directora en la escuela.

Pero antes de ese fatídico destino, Freire había labrado una carrera como docente y pedagoga que destaca por su interés en innovar la enseñanza pública de la época. Así lo recuerda su biógrafa María del Mar del Pozo Andrés, autora de Justa Freire o la pasión de educar. Biografía de una maestra atrapada en la Historia de España (1896-1965). «Ella fue una de esas maestras, de las pocas y las primeras, que viajó al extranjero para conocer otras metodologías de enseñanza que luego implantó y que aparecen en los libros de pedagogía», señala.

A la pregunta de cómo describiría a Freire, la profesora y escritora destaca dos rasgos de su personalidad: su «pasión» por la enseñanza y la infancia, y su «esperanza» en el ser humano. «Creía mucho en el ser humano, en el futuro. Esa esperanza de ver siempre el lado bueno de las personas es lo que le salvó la vida», elogia Del Pozo Andrés.

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Imagen de Aida Terrón

Con el advenimiento de la Segunda República, se instaló en gran parte de la sociedad española la esperanza de un cambio de rumbo en un sentido progresista. ¿Crees que esa idea de esperanza fue también compartida por las mujeres de la época?

Para una amplia mayoría de mujeres la llegada de la República no solo supuso una clara esperanza sino un momento en el que se afianzaron unas ideas de avance y de acción con las que ellas se comprometieron claramente. La República constituyó un impulso fundamental para que las mujeres se incorporaran a ciertos espacios de la vida pública, siendo el ámbito educativo en el que más se les dejó implicarse y en donde cumplieron un papel más destacado.

¿Supuso realmente la Segunda República una oportunidad para que las mujeres conquistasen ciertos espacios de la esfera pública que les habían sido negados históricamente?

Yo creo que sí, sin duda. Ahora mismo no podría facilitarte datos concretos de afiliación a organizaciones políticas o sindicales, pero está claro que su aparición e implicación en ámbitos vetados anteriormente para ellas fue un hecho incontestable, aunque el porcentaje de participación todavía siguiese siendo muy escaso. Por otro lado, las mujeres se comprometieron no sólo en los escenarios políticos, sino allá donde la República creyó que eran más importantes, que fue en las escuelas y sobre todo en las escuelas rurales, es decir en el ámbito de la educación y sobre todo en el nivel de primaria. De hecho, fueron las maestras y los maestros, pero sobretodo las maestras, quienes jugaron el papel más relevante para luchar contra la influencia de la iglesia católica en la escuela. Los espacios y derechos que la mujer conquista, formalmente al menos, son tremendos si nos atenemos al articulado de la Constitución republicana de 1931.

¿Cómo afrontó la República la situación educativa de aquel momento?

El modelo educativo ideado en la Revolución francesa, basado en la organización de un gran sistema educativo nacional que llegase al conjunto de la nación en igualdad de condiciones, y en el que sólo el mérito y la capacidad determinarían el horizonte de escolarización y la posición en la sociedad, es decir basada en una igualdad formal de oportunidades para todos y todas, no había tenido mucho recorrido en España. Enlazando con esto, siempre les explico a mis alumnos que inmediatamente después, el Marxismo teorizó que las clases sociales condicionan y modifican esa supuesta igualdad formal, trastocando esa idea mitificada de la igualdad de oportunidades. Siempre les digo además: “sí, la hija de Botín y yo tenemos los mismos derechos, pero ella y yo no pertenecemos a la misma clase, no tenemos las mismas oportunidades”, y claro, es el Marxismo el que explica que dependiendo de la posición que ocupes en la sociedad en base a la posesión o no de los medios de producción, estás en un lugar u otro de la pirámide social, con unas posibilidades u otras. Por tanto, ¿qué panorama educativo se encontró en la República? En primer lugar un sistema educativo sesgado por la clase social. Los socialistas en 1918 hicieron un informe según el cual el 95% de los alumnos de bachillerato pertenecían a las clases altas ¿vamos a creernos que fue por mérito y por capacidad?, pues yo creo que no. Por tanto, tenemos un sistema educativo que está sesgado por la clase social, por el género y por el ámbito geográfico en el que se vivía. Esos tres elementos condicionaban completamente las posibilidades de cada ciudadano español de acceder a la educación, y esto lo diagnostica muy bien la República. Llopis dijo que la verdadera revolución se hacía en la escuela y los dirigentes del Ministerio de Instrucción Pública republicanos tenían el diagnóstico clarísimo sobre las necesidades educativas que tenía nuestro país. Sabían además otra cosa muy importante, que debían cambiar el concepto de una Escuela Pública a la que solo accediesen los pobres. En eso nos estamos volviendo a parecer, es algo muy actual, pues hoy cada vez más, las Escuelas Públicas son escuelas de pobres y para pobres porque le hemos abierto la puerta a la enseñanza concertada. Y esa fue la gran apuesta de la República: tratar de restituir a su sentido prístino la idea de un sistema educativo nacional y meritocrático. En este marco, las mujeres ven que por primera vez pueden acceder a las escuelas, pueden estudiar bachillerato, y con la reforma de los estudios de magisterio las mujeres acceden a los mandos intermedios de los grandes proyectos educativos de la República.

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Imagen del mural en homenaje a Carmen Delgado

Fueron protagonistas de profundos procesos de transformación. Desde los ámbitos público y privado plantearon una resistencia a los modelos imperantes. Rompieron con los esquemas de la época.

También fueron víctimas del proceso de depuración que llegó con el golpe de estado de los sublevados. Muchas sufrieron una doble represión: por su vinculación con los ideales progresistas y por el simple hecho de ser mujeres. Antes de ser asesinadas por el franquismo fueron violentadas. Forzadas y vejadas.

Hablar de memoria histórica con perspectiva de género supone agitar conciencias y romper los muros que las invisibilizó. El colectivo Memoria de Futuro de Alburquerque (Badajoz) adquiere el compromiso de recuperar y socializar a las personas olvidadas del relato oficial de la historia. Ponen el foco en ellas. En las mujeres. Con nombres y apellidos.

En su trabajo han hecho protagonistas a las maestras de la República y centran su mirada en Carmen Delgado, que ejerció en Alburquerque. Se trata de uno de los referentes de la memoria local, capturada por un grupo de falangistas y fusilada. A ella han dedicado un mural cooperativo.

Ha sido una intervención artística a cargo de la artista visual p.nitas en la que ha participado todo el pueblo. El proyecto se ha complementado con rutas feministas y charlas. Han analizado a figuras comprometidas en femenino para incidir en entornos donde los referentes no están feminizados.

Explica José Manuel Atienza, del colectivo Memoria de Futuro de Alburquerque, que el mural se sitúa a las puertas del colegio. El resultado es una creación muy colorida, con un toque naif, que desea contar las historias que hay detrás. Con el propósito de mostrar la memoria democrática a las nuevas generaciones.

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Imagen de una clase de alumnas de El Frago

Hace tiempo que dedico mis afanes a las “Escuelas de El Frago”, donde aprendí las primeras letras y donde recogí las semillas de casi todo lo que he llegado a ser de mayor. Entonces El Frago tenía dos escuelas unitarias. Una de niños y otra de niñas. Un maestro se encargaba de los chicos desde los seis hasta los catorce años. Y una maestra, de las niñas. En los pueblos más pequeños, por debajo de quinientos habitantes, había una sola escuela mixta, regentada por una maestra.

Como muchas hijas de maestras, tuve la suerte de ir a la escuela de mi madre. Ella fue mi primera y mi única maestra desde los seis hasta los trece años, que me llevaron a estudiar a un colegio de monjas a la ciudad. En ese difícil equilibrio de madre y maestra, me transmitió el rigor en el estudio, el amor por la enseñanza y la pasión por la lectura y la escritura, que me han acompañado siempre. Y supo hacerlo con mis compañeras de pupitre.

Mi caso, como el de Lázaro de Tormes, es solo para que “vuesas mercedes” lo conozcan como ejemplo de lo que entonces era moneda común en las escuelas rurales. Mi madre fue solo un eslabón de una larga cadena. Antes y después, otras maestras entregaron lo mejor de sus vidas a las niñas de muchos “fragos” repartidos por la España Vacía. A todas ellas les rindo este homenaje. Y lo hago recuperando los nombres y las biografías de las treinta y cinco que pasaron por las aulas fragolinas en ciento dieciséis años, desde 1874 hasta que en 1990 se cerraron sus puertas para siempre.

Muchas escuelas públicas se crearon en 1838, pero la enseñanza de las niñas tardó en regularizarse. Las maestras llegaron más tarde que los maestros. En 1848 ya conocemos el nombre del primer maestro fragolino, José Sánchez. Pero hasta 1874 no aparece ninguna maestra.

Siglo XIX

Inés Cervera: 1874-1877. Natural de Luesia, se trasladó desde Asín a El Frago, donde ya estaba su marido, Diego Laporta. Le ofrecieron un buen sueldo, la vivienda y las “retribuciones de los niños no pobres”, es decir, lo que se acordaba cada año que tenían que pagar los hijos de las familias más acomodadas por ir a la escuela. Hasta 1901, los ayuntamientos pagaron los sueldos, que estaban relacionados con el número de habitantes. Y cobraba más el maestro que la maestra. En 1874 la escuela de niños estaba dotada con 625 pesetas y la de niñas con 442. A los dos años de estar en El Frago murió su hija Avelina, de cinco años, que había nacido en Asín. Su hija Juana, natural de Ejea de los Caballeros, estudió Magisterio en Huesca.

Juana Bonaluque Gállego: 1877–1881. (El Frago, 1850–Ídem. 1889). Estudió Magisterio en Huesca. Juana, Bárbara, Justa y Ramona eran hijas de Martín Bonaluque Giménez y de María Gállego Pérez, natural de Santa Eulalia de Gállego. Y primas hermanas de Manuel Marco Bonaluque, maestro de Biel. Se casó con el fragolino Florentino Laguarta Ardevines, labrador, y tuvieron cinco hijos: Sebastián, Carlos, Luisa, Juan y Estanislada. Su hija Luisa se casó con Generoso Sánchez Ardevines, hijo de José Sánchez, el primer maestro cuyo nombre conocemos.

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El miércoles 9 de mayo a las 19:00 horas en la Sala Kioto 1998 – Antiguo Hospital de Santa María la Rica. Calle de Santa María la Rica, 3 – Alcalá de Henares.

La exposición podrá visitarse desde el 9 de mayo al 10 de junio de 2018

Martes a sábados de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 h
Domingos de 11:00 a 14:00 h
Lunes cerrado
Entrada gratuita

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Cartel del PremioEl viernes 11 de mayo, a las 18:00 horas en el Centro Cultural Casa de Vacas [Paseo de Colombia, 1 – Parque de El Retiro], la asociación Mujeres Progresistas de Retiro hará entrega del «II Premio Mujeres Progresistas de Retiro» a Luz Martínez Ten (Secretaria de Mujer y Políticas Sociales de FeSP-UGT), en reconocimiento a su trayectoria en el ámbito de las políticas de igualdad y la coeducación, sus investigaciones sobre las maestras de la República, y su compromiso con la lucha feminista.

Más información.

imagen del documental Las Maestras de la República

El pasado sábado 14 de abril se conmemoró la proclamación de la II República Española en el año 1931. Con motivo de su 87 aniversario, el Colectivo Estudiantil de Ciudad Real echó la vista atrás en el tiempo y puso sus ojos en los profundos cambios que se llevaron a cabo en dicho momento. Pusieron su atención en las reformas en materia de educación.

Con la constitución del Gobierno Provisional republicano, la educación española, que arrastraba un atraso de más de 100 años, tomó un rumbo totalmente distinto. Desde el primer momento, fue prioridad del gobierno la alfabetización del pueblo español (había alrededor de un millón de niños sin escolarizar). Por ello, promulgó una nueva Ley de Instrucción Pública. Llevó a cabo también un programa de creación de escuelas y se estableció una separación entre Iglesia y Estado (escuela laica). Una educación universal garantizada para todos los niños y niñas españoles, y que velaba especialmente por garantizar los estudios a los sectores más necesitados de la sociedad.

Esta nueva educación republicana tenía como pilares fundamentales, además de la instrucción, la difusión de la cultura y la educación en los valores democráticos del pueblo español. Así lo reflejaba el artículo 48 de la constitución de 1931: el servicio de la cultura pasaría a ser atribución del Estado y se prestaría en las instituciones educativas. Para ello era muy importante la figura del maestro, considerado el alma de la escuela. Durante el Gobierno Provisional y el Bienio Progresista se instruyó a gran cantidad de docentes, que pasaron a ser, todos ellos, funcionarios del Estado.

Con el fin garantizar este modelo de educación se creó el Patronato de Misiones Pedagógicas, que entre sus acciones realizó conferencias y lecturas donde se analizaban cuestiones relativas a la estructura del Estado y la participación ciudadana, y que se esforzó en extender la educación hacia las zonas rurales, y en mejorar la formación de los profesores de dichos lugares.

Cabe destacar el carácter social que dichas reformas imprimieron a la educación: se implantó la coeducación (educación mixta de niñas y niños), todos los niveles estaban relacionados entre sí, y las instituciones educativas debían mantener relaciones con padres, entidades profesionales y culturales, etc. (comunidad educativa en general). El reconocimiento del Estado Plural de los gobiernos progresistas de II República y el respeto a las lenguas maternas de los estudiantes también se pudo apreciar en la educación que los instruía en ellas. Un respeto hacia los pueblos de España que posteriormente se tornaría en represión durante el Franquismo.

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