Un jardín para recordar a ‘Miss Congress’, Encarnación Cabré
Encarnación Cabré nació antes de tiempo. Madrid, 1911. No tuvo más remedio que decidir entre continuar una de las más prometedoras y brillantes carreras de la arqueología española o encerrarse en casa para dar a luz una familia tal y como esperaba de ellas la sociedad franquista. La dictadura no le permitió volver a dar clases a la Universidad Complutense. Y sus investigaciones desarrolladas junto con uno de los pioneros de la arqueología en este país, su padre, Juan Cabré, quedaron congeladas. Tuvo ocho hijos. Este miércoles cinco de ellos llegaron -emocionados- al Congreso de los Diputados a atender un debate poco usual en la Cámara Baja: su madre, fallecida en 2005, era el sujeto de la oración política, que aprobó por unanimidad -en la última Comisión de Cultura de la legislatura- instar al Gobierno a que le dedique el jardín del Museo Arqueológico Nacional (MAN). Los diputados firmaron que sus tareas pioneras deberían “reconocerse como un ejemplo para futuras generaciones”.
En ese mismo jardín es donde la pequeña Encarna esperaba a su padre a que saliera de sus labores en el museo. “A ella le gustaba mucho este sitio”, comenta por teléfono Isabel Baquedano, responsable del departamento de Conservación e Investigación del Museo Arqueológico Regional de Madrid, además de discípula y biógrafa. “Por fin una mujer en el Museo Arqueológico Nacional”, declara en alusión al escándalo que provocó el MAN cuando, en un simposio el pasado año titulado “Ciudades y estados en la Europa Céltica”, hubo 11 hombres y ni una especialista.
“Ella se dedicaba al armamento celtíbero y muchos de aquellos hombres que estuvieron en esa mesa del MAN utilizan sus dibujos y sus clasificaciones, pero no la citan. ¡Lo había hecho ella en los años treinta! Visibilizarla es visibilizar una produccion académica que ha sido ninguneada por los hombres”, cuenta Alicia Torija, de la asociación Arqueólogas feministas, responsables de esta proposición no de ley, presentada por Unidos Podemos. “Por eso Encarnación nos representa a todas, porque ella es la primera de esta revolución silenciosa y no cruenta, que debe acabar con la invisibilidad de las mujeres”, explica Baquedano.
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