Cien años después del primer español moderno
El hispanista John Brande Trend acuñó la definición que describe a Giner de los Ríos como el primer español moderno cuando escribió que «más que ninguno dio a España el impulso que la puso en movimiento». Durante un tiempo, la coyuntura política del país se impuso y aquel movimiento no pudo mantener su inercia. Aunque aquel parón no consiguió del todo su objetivo y, 101 años después de su muerte, la contribución de De los Ríos a la modernización de la sociedad española aún resulta evidente.
La exposición organizada por Acción Cultural Española (AC/E) junto a la Fundación Francisco Giner de los Ríos, en la que se recorría la trayectoria personal de Giner de los Ríos, recuperó el primer aldabonazo que avisaría a aquel de que su carrera en la universidad pública era inviable tal y como estaba concebida la institución en aquella España.
Ocurrió en 1868. El malagueño era expulsado de su cátedra en la Universidad de Madrid en lo que se conocería como la primera cuestión universitaria. Su delito, solidarizarse con profesores como Julián Sanz del Río, Fernando de Castro y Nicolás Salmerón. Ninguno aceptó la adhesión a la corona que el gobierno les solicitaba. Manuel de Orovio, ministro de Fomento, optó entonces por despojarlos de sus cátedras.
La Revolución de 1868 restituye la libertad de cátedra y con ella a los profesores expedientados. Giner de los Ríos llega a participar en las reformas legislativas del Sexenio Democrático. Pero aquello sería sólo un espejismo. La vuelta de Orovio al mando de la instrucción pública provoca, en 1875, una segunda cuestión universitaria después de que el ministro y su gobierno dejasen claro, por Real Decreto, su intención de controlar todo lo que acontecía en las aulas.
Giner de los Ríos vuelve a ser despojado de su cátedra por seguir insistiendo en su idea de una educación al margen de los dogmas oficiales en materia religiosa, política y moral. Pero su castigo no quedará ahí. El hasta entonces catedrático será ‘desterrado’, además, al Castillo de Santa Catalina, en Cádiz. Es allí donde germina definitivamente su idea de una universidad libre.
Solo un año después, la Institución Libre de Enseñanza (ILE) ve la luz. Un proyecto que se convierte en un laboratorio en el que se ensayan nuevas prácticas que pretenden la modernización del país no solo en el plano educativo sino también en el social y político. Giner de los Ríos contará para ello con la colaboración desde el inicio de Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, a los que se irán uniendo otros como Joaquín Costa, Augusto González de Linares, Hermenegildo Giner o Federico Rubio.
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